Todo el mundo habla del cannabis californiano, pero quizás nunca escuchaste hablar del Triángulo Emerald. Esta región del Norte de California aglutinó, en la década de los 60, una gran parte del movimiento contracultural hippie de la época. No solo se dedicaron a protestar contra la guerra de Vietnam, fiestear y fumar cannabis. También se dedicaron a plantarla.

Quizás sin imaginarse que algunas décadas después el Triángulo Emerald sería el equivalente al Valle del Napa: una región conocida en todo el mundo por su exquisito cannabis, cultivado por y para consumidores. Una mezcla inigualable de suelo, clima y manos expertas.
Son tres los condados que integran el mítico triángulo. Mendocino, al sur, y Humboldt y Trinity al norte. El movimiento denominado como “De vuelta a la tierra” (Back to land) alcanzó en esta región una efervescencia incomparable en Norteamérica, e incluso en California.

Todo empezó a florecer en los 70, cuando ya se había asentado una buena cantidad de cultivadores en las montañas del norte californiano. Según cuenta Tim Blake, quien lo vivió en primera persona, la legislación era más permisiva entonces. No había policías infiltrados en las escuelas.
El mercado de cannabis ilícito florecía en el Triángulo Emerald

California nunca se caracterizó por importarle demasiado lo que decía la ley o la policía. El mercado ilícito, que no criminal, prosperaba para muchos jóvenes como Blake. Él podía vender un kilo de cannabis en pequeñas dosis y, gracias a ello, sufragar sus gastos de adolescente y fumar gratis.
No había nada delincuencial en ello. Kids being kids, dirían entonces. No obstante, el mercado del cannabis era ínfimo comparado con el actual. Ningún adolescente del momento tenía potencial de convertirse en un Pablo Escobar del cannabis.
Constituía un mercado pequeño, circular y muy bien autoabastecido. Lo mismo que sucede en muchos lugares del mundo, donde se permite un pequeño santuario o zona rosa para cultivar cannabis, sin que la policía moleste demasiado. Esto, a la larga, previene el desembarco de organizaciones criminales y drogas más duras.
La autopista 101, que bordea la costa desde Washington a California, era conocida como la autopista de la ganja. En torno a esta columna vertebral se articuló el Triángulo Emerald.
La llegada de la regulación, la DEA y el presente

Al final de la década de los 70, todo empezó a cambiar. La legislación se hizo mucho más punitiva. Los policías y militares estaban sedientos de prisioneros para el recién fundado entramado de las prisiones privadas.
En ese marco, la iniciativa CAMP se constituyó como uno de los pilares de la DEA. CAMP, por sus siglas, Campaign Against Marijuana Production destruyó la vida de decenas de cultivadores y jóvenes que hacían su vida en torno a la cannabis.
Un amigo de Tim Blake pasó 8 meses de cárcel por 3000 kilos. Al año siguiente, la misma ofensa conllevaba una pena de 15 años.
La cocaína y el crack inundaron las calles de California al poco tiempo. Diez dólares de cogollos parecían imposibles de encontrar, pero de todas las esquinas brotaba el cochino clorhidrato de coca.
Casi dos décadas después, la legislación daría un paso atrás. La Proposición 215 de 1996 supuso un hito para el Triángulo. El cannabis medicinal se abría hueco en la legalidad. Gracias a esta ley californiana, el mercado vio un poco más de luz y se hizo patente la necesidad de un producto legal y estandarizado.

En torno a esta iniciativa se consolidó de nuevo el valle californiano como epicentro de las flores. Veinte años después, en 2016, es allí donde la cannabis encontró su primer oasis recreativo, donde la contracultura de la antiguerra contra las drogas germinó.
Hoy día, el valle Emerald está lleno de compañías que siembran, procesan y hasta exportan cannabis californiano de máxima calidad. Los años oscuros de la DEA y el CAMP están sepultados bajo el sentido común, la inocencia y muchos, muchos porros.